Pastor Alejandro Retes
Coordinador Académico SoliDeo.
Los conflictos son una parte inevitable de la experiencia humana. Desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la Biblia nos muestra ejemplos de conflictos y cómo estos afectan las relaciones entre las personas y con Dios. Para manejarlos correctamente, es esencial entender su origen y cómo la Palabra de Dios nos guía para resolverlos. La pregunta que debemos responder antes de introducirnos es: ¿Los seres humanos necesitamos ayuda?.
Una niña temerosa, una pareja con problemas, un líder turbado, unos amigos preocupados, una viuda en problemas, una lucha con la lujuria, un joven airado con sus padres, una vida dominada por el trabajo, un pastor abrumado por las crisis, etc. La honestidad nos obliga a admitir que somos personas necesitadas de ayuda, rodeadas de gente en la misma situación. Usted lo ve en sus amigos, vecindario, iglesia, etc. Lo ve en usted mismo, hay cosas dentro de nosotros que simplemente no desaparecen.
Génesis 1:26-28 “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”.
¿Son los cristianos personas que todavía necesitan ayuda? ¿Es el servicio a otros una necesidad para aquellos que han sido perdonados por la gracia de Dios, adoptados en su familia, y en quienes mora el Espíritu Santo? ¿No es suficiente el ministerio público de la Palabra? ¿No estamos siendo el ejemplo de una cultura terapéutica al hacer hincapié en el servicio a otros?.
Hebreos 3:12-13 “Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado”.
El escritor está tratando cuestiones que forman parte de la vida normal de cada cristiano; no está hablando a personas ajenas a la fe o alguna clase especial de creyentes. El escritor dice que hay algo en cada uno de nosotros que nos pone en peligro, y por eso, necesitamos entender la importancia de la ayuda de otro en nuestros conflictos.
1. Naturaleza del conflicto
Santiago 4:1-3 “¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra. No tienen, porque no piden. Piden y no reciben, porque piden con malos propósitos, para gastarlo en sus placeres” (NBLA).
Santiago capta nuestra atención, no solo porque aborda un tema puntual a nuestras vidas. Sino porque explica “por qué” suceden. ¿No le gustaría entender por qué algunas personas lo irritan más que otras? ¿Por qué las relaciones se tornan amargas, y su propia irá puede estallar con tanta rapidez? ¿Por qué le es difícil no repetir una y otra vez en su cabeza esas palabras que la hieren? ¿No deberíamos pensar porqué nosotros, como pecadores, somos mejores para hacer la guerra que hacer la paz?.
Santiago responde a su primera pregunta con una serie de preguntas que nos desafían a algo diferente en nuestras reacciones ante los conflictos. Cuando nos enojamos, la mayoría de nosotros explicamos nuestra ira culpando a alguien o a algo fuera de nosotros mismos. ¡Ella me pone tan molesto! ¡Este tránsito me vuelve loco!.
¡Él o Ella tiene una habilidad extraña de sacarme de mis casillas! ¡La bulla en nuestro hogar vuelve loco a cualquiera! .
2. Definición bíblica del conflicto
echos 15:36-41 “Después de algunos días Pablo dijo a Bernabé: Volvamos y visitemos a los hermanos en todas las ciudades donde hemos proclamado la palabra del Señor, para ver cómo están». Bernabé quería llevar también con ellos a Juan, llamado Marcos, pero Pablo consideraba que no debían llevar consigo a quien los había desertado en Panfilia y no los había acompañado en la obra. Se produjo un desacuerdo tan grande que se separaron el uno del otro. Bernabé tomó consigo a Marcos y se embarcó rumbo a Chipre, pero Pablo escogió a Silas y partió, siendo encomendado por los hermanos a la gracia del Señor. Y viajaba por Siria y Cilicia confirmando a las iglesias”.
En el texto señalado aparece la palabra griega “Paroxysmos” que significa: “Estímulo, provocar algo mediante la incitación o la agitación, discusión intensa, contienda severa que implica exasperación, es decir, una diferencia de opinión intensa”.
La RAE define el conflicto como: “Oposición entre personas o cosas. Problema de difícil solución”. Pero una definición más práctica de “conflicto” es: “El conflicto es una situación en la cual dos o más personas con intereses distintos entran en confrontación, oposición o emprenden acciones mutuamente antagonistas, con el objetivo de dañar, eliminar a la parte rival o arrebatarle poder de algún tipo en favor de la propia persona o grupo”.
Eso es en esencia un conflicto, y puede venir a través de diferencias de opiniones (izquierda/derecha), puede venir por algún accidente catastrófico, donde las personas no saben cómo enfrentar esa dificultad, y los pone en desacuerdo.
El texto mencionado arriba nos muestra dos grandes hombres de Dios en conflicto, en disputa. Tenían miradas distintas hacía un cierto hermano. Pablo no lo quería llevar porque anteriormente los había abandonado en la misión. En cambio, Bernabé deseaba llevar a Juan Marcos y darle otra oportunidad de demostrar que deseaba servir y honrar al Señor.
No importa cómo y de donde nazca el conflicto, lo que realmente importara será en como reaccionamos al conflicto y que enseñanza sacamos de él.
3. Causas fundamentales de los conflictos
Génesis 3:6-7 “Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió. También dio a su marido que estaba con ella, y él comió. 7 Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales”.
El primer conflicto se originó en el Jardín del Edén cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios.

La desobediencia rompió la perfecta comunión que Adán y Eva tenían con Dios y entre ellos mismos. Si nosotros leemos los versos más abajo en Génesis veremos la forma en que Adán y Eva trato el conflicto:
Génesis 3:11-13 “¿Quién te ha hecho saber que estabas desnudo?, le preguntó Dios. ¿Has comido del árbol del cual Yo te mandé que no comieras?. El hombre respondió: La mujer que Tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí». Entonces el Señor Dios dijo a la mujer: ¿Qué es esto que has hecho?. La serpiente me engañó, y yo comí, respondió la mujer”.
Esta es la forma en los seres humanos aprendimos a no hacernos responsables de nuestros actos y a tercerizar los conflictos. Muchos de nosotros miramos los conflictos desde afuera, pero el texto de Santiago nos dice lo contrario, nos aconseja que miremos y busquemos en nuestro interior. La única manera de entender su ira es examinando su propio corazón:
Lucas 6:45 “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca”.
Todos nosotros no respondemos de la misma forma a las personas y situaciones, porque no nos acercamos con el mismo corazón. Por ello, cualquier intento de examinar las causas de los conflictos debe comenzar con el corazón.
Lee con calma esta historia y reflexiona:
“Todo lo que quería era un poco de paz y quietud cuando llegué a casa luego de un largo día en la oficina. Pero no los iba a encontrar. Mis hijos, Megan y Jeff, habían estado compitiendo toda la semana por ver quién podía dominar al otro, y su fricción constante había agotado la paciencia de su madre. En vez de resolver sus peleas con su habitual calma, Corlette se encontró recurriendo a palabras fuertes y amenazas como: “¡Esperen a que llegue su padre!”.
Así que, en vez de atravesar la puerta y encontrarme con unos hijos sonrientes y una esposa serena y afectuosa, lo único que encontré fue rostros hoscos, voces irritables y la sensación general de que había ingresado a una zona de guerra. Cada noche Corlette y yo trabajábamos para romper el ciclo de conflicto, pero empezaba de nuevo en un día o dos. Para el domingo a la mañana me estaba sintiendo frustrado y resentido hacia mis hijos.
Corlette había ido a la iglesia temprano esa mañana para reunirse con otras mujeres, y yo fui treinta minutos después con los chicos. Al acercarnos al coche, comenzó una nueva lucha.
“¡Me toca a mí ir adelante!”.
“¡No, tú fuiste ayer!”.
“Bueno, igual no tendrías que sentarte ahí. Eres tan pequeño que el airbag te podría matar”.
“No me importa. ¡No me voy a sentar atrás!”.
Entonces una nueva voz entró en la disputa. “¡Silencio!”, grité. Luego, señalando a un chico por vez, les dije: “Tú siéntate atrás ahora mismo, y tú adelante. ¡No quiero oír una sola palabra de ninguno de ustedes!”.
Entrando en el coche, descargué la ira que había estado acumulando durante toda la semana. Hasta ajusté el espejo retrovisor para poder mirar a Megan mientras la sermoneaba en el asiento trasero. Entre otras cosas, les dije que estaba muy enojado por la forma en que se habían portado toda la semana, y ahora les haría la vida imposible. Cuando finalmente hizo un alto para recuperar el aliento, Jeff vio su oportunidad.
“Papi”, dijo mansamente, “¿no crees que deberías orar a Jesús para preguntarle si es una ira justa?”.
Sus palabras tienen que haber sido guiadas por el Espíritu Santo, porque me partieron por el medio inmediatamente. Vi un espacio para estacionar libre donde metí el coche. Aun antes de apagar el motor sabía lo que debía decir. Volviéndome a mis hijos, traté el corazón de nuestro conflicto.
Mi comportamiento esa mañana, así como el de mi familia esa semana, se describe con una precisión dolorosa en Santiago 4:1–3.
Santiago está haciendo una aplicación específica del principio fundamental que Jesús enseñó en Mateo 15:19: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias”. Nuestros corazones son las fuentes de todos nuestros pensamientos, deseos, palabras y acciones. Por lo tanto, son también la fuente de nuestros conflictos (Lucas 12:13–15).
Observe, además, que Santiago no solo se centra en el corazón, sino en los deseos del corazón. Santiago establece una fuerte conexión entre nuestros deseos y nuestros conflictos.
Estos pasajes describen la causa fundamental del conflicto: los deseos no satisfechos en nuestro corazón. Cuando queremos algo y sentimos que no estaremos satisfechos a menos que lo consigamos, ese deseo comienza a controlarnos. Si los demás no logran satisfacer nuestros deseos, a veces los condenamos en nuestro corazón y luchamos más fuertemente para salirnos con la nuestra.
Los deseos egoístas y las pasiones internas son la fuente de las peleas y divisiones entre nosotros Santiago 4:1-3
“¿De dónde vienen las guerras y los conflictos entre ustedes? ¿No vienen de las pasiones que combaten en sus miembros? Ustedes codician y no tienen, por eso cometen homicidio. Son envidiosos y no pueden obtener, por eso combaten y hacen guerra”.
Debemos reconocer que el pecado en nuestros corazones es la causa principal de los conflictos y entender que necesitamos la gracia de Dios para transformar nuestras actitudes y deseos internos.
Conclusión
Cuando está involucrado en un conflicto, usted también deberá decidir si va a confiar o no en Dios. Confiar en Él no significa creer que hará lo que usted quiere, sino más bien creer que hará todo lo que sabe que es bueno. Si usted no confía en Dios, colocará inevitablemente su confianza en usted o en otra persona, lo que lleva finalmente al dolor. Por otra parte, si usted cree que Dios es soberano y que jamás permitirá algo en su vida a menos que pueda ser usado para el bien, verá los conflictos no como accidentes sino como oportunidades. Esta clase de confianza glorifica a Dios e inspira la fidelidad necesaria para la pacificación eficaz.
Para conocer más sobre este tema, recomendamos el curso: Los conflictos a la luz del Evangelio. Espéralo, pronto lo publicaremos.
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